jueves, 11 de septiembre de 2008

Cuando pasa lo que no debe pasar

Este post viene con un toque de indignación. ¿Hacia quién? Qué se yo, son tantas cosas juntas y tantos pequeños culpables incluido yo mismo que ya da lo mismo con quién enojarse.

Hoy, coronando unos días de algo de mala suerte, esa nube negra sobre mi cabeza decidió mandar unos cuantos rayos. Hoy choque o más bien me chocaron en el auto.

Lo desconcertante comienza cuando algo rutinario no sale como debería. Si decides intentar ganarle al semáforo en amarillo y al cruzar en los umbrales del rojo colisionas con algo, una pequeña vocesita en tu cabeza manda automáticamente la frase "carajo, la cague" sabiendo que arriesgaste y no te ligo. Esto también es aplicable en casos como: meter la punta al auto que te quiere pasar, meter la punta para tú pasar, meterte en ese milimétricamente exacto espacio entre dos autos para adelantar, estacionar tu auto de 3.8 metros en un espacio de 3.81 metros, y otras más.

El problema como dije anteriormente es cuando no arriesgas y aun pierdes. Estás parado en la luz roja, cambia a verde, miras si alguien viene, no ves a nadie, avanzas y de pronto ¡pummm! te chocan. Esa sensación de "¿que hice mal?" llega luego de que la adrenalina del momento pasa, luego de que los reporteros te hacen preguntas, de que los mirones griten "él se pasó la luz roja, es un monstruo asesino" simpatizando con el auto que te embistió, que desafortunadamente llevaba a una señora y su hija, ambas manchadas con sangre por un corte superficial nada grave.

De ahora en adelante recién llega lo feo, la policía, los "testigos" (que realmente solo se fijaron cuando escucharon el choque, pero que juran que recuerdan con lujo de detalles hasta la expresión de tu rostro, porque claro, no tienen nada más que hacer que observar detalladamente a cada vehículo que pasa por si ocurre algún accidente), el soat, el dosaje etílico, el parte policial, el peritaje, y para hacer más divertida esa situación el enojado esposo de la señora afectada que resulta ser un militar de algún rango medio.

Aquí llega el momento de "arreglar" las cosas, osea que porque el taxi Tico de tu agresor está hecho de cartón prensado y tú no tienes pinta de muchacho trabajador, debes pagarle algo de la reparación para que no pierda su herramienta de trabajo, y mantenga a su gestante esposa que además mantiene a su paralítica madre, a pesar de que la reparación del tuyo costará fácil el doble (ese será uno de los últimos gratificantes momentos).

Cuando arreglas y has legalizado el acuerdo escrito por un señor ambulante con su máquina de escribir y sellado por algún notario de económicas tarifas, falta que el policía de la comisaría te recuerde que encima de todo eso, por chocarte y estar tan cagado y estresado por esa experiencia, te corresponde tu siempre bien recordada multa, la cual es reemplazable por una colaboración voluntaria para comprar más cinta para la impresora de la oficina.

Aquí recuperas custodia sobre tu vehículo y tus documentos pero aún no acaba esta casi orgásmica experiencia. Aún queda pendiente lo del arreglo de tu propio auto, lo cual es la parte mas dolorosa económicamente.

Y por si se quedaron con ganas de un poco más de tortura china, mañana el antes citado enojado esposo milíco, que como referencia declara abiertamente que tú ibas con exceso de velocidad (a pesar que te chocaron por el costado), debe ir a decidir si presentará cargos por este ya suficientemente complicado evento, los cuales pueden ir desde exigir pago de gastos médicos (a pesar de haber renunciado a usar tu soat al momento del accidente para irse a otra clínica privada), hasta reparación civil por desfiguración o pago por los días de reposo que el médico legista determinará por esas lesiones (pago que posiblemente sea en base a un certificado de trabajo expedido por algún familiar, el cual compartirá el botín por este inflado sueldo ficticio).

Haciendo un recuento de quién gana y quién pierde, ambos pierden, tú y el taxista. ¿Quiénes ganan? Comencemos en orden de aparición:

La prensa que tiene algo que contar la mañana siguiente, los policías que se llevan a los heridos a las clínicas del soat con lo que reciben una comisión, las clínicas del soat, los mirones que tienen algo que contar en sus casas y centros de reunión, los taxistas que te llevan y traen del dosaje etílico, los médicos del dosaje etílico (no, no es gratis, dahhh), los restaurantes cercanos que te venden un almuerzo rápido mientras esperas al capitán de tránsito, las fotocopiadoras que te hacen el servicio con los documentos que necesitas, los tipeadores ambulantes, los notarios, más taxistas, los capitanes de tránsito con impresoras a cinta, los mecánicos y planchadores y finalmente el tercero herido que descansará unos días sin ir a trabajar (aunque no trabaje realmente) que comerá con tu dinero y se hará una cirugía "reconstructiva" en todo el rostro por un corte en medio de la frente, y finalmente toda la gente que se reirá un rato al contarle tu tortuosa historia.

¿Saben qué es lo más gracioso de todo?

Que a pesar de lo dramático y exagerado que suena... todo es verídico. Feliz 11 de setiembre.

1 comentario:

Renato Bocchio dijo...

que feo e indignante tu viaje, como para pescar una mini uzi y sacarles la mierda a todos